Militante popular asesinada el 19 de mayo de 1977.
>Baldosa X la Memoria - Colocación - Inés Alicia García 06-10-2024 Productora La Memoria
Baldosa para mi mamá
por Clara Soledad Ponce
La baldosa para mi mamá, me rondaba como un pendiente, desde la colocación de la de mi papá en 2013. Siempre es difícil recorrer los caminos del detenido/desaparecido, aunque hay diversos grados de dificultad…
En honor a la verdad, creo que sin una red es mucho más doloroso y complejo, criada por un ala de la familia que miente y quiere desvirtuar la militancia de sus hijos…peor y si esas acciones provienen de un abuelo del Servicio Penitenciario Federal, que te toma como botín de guerra, imaginen…
Desde que Memoria Palermo estuvo presente en mi vida, acompañando los pasos de mi papa y mi tío, eso abrió una condición de posibilidad, que potenció todo lo que yo venía haciendo sola… Por eso desde el 2013 pude muchas cosas para mi viejo: las Baldosas colectivas en Chacarita, las de la Morgue Judicial, la señalización del Osario General como sitio de Memoria, Verdad y Justicia. La baldosa donde lo mataron junto a su hermano, el recabar datos de los propios vecinos del barrio, que recordaban perfectamente su persecución y asesinato como lo si hubieran vivido ayer. Cada fragmento que recuperaba, enriquecía, daba sentido y me permitía comprender su militancia, su vida y sus últimos días… todo se aclaraba, al menos lo claro que se nos permite a los familiares, a partir de la desaparición de un ser querido y de todo el aparato del Estado terrorista, para encubrirlo…
En cambio, la historia de mi vieja era diferente y a pesar del amoroso recordatorio de mis compañeros, que cada tanto decían suavemente…nos falta la baldosa de Alicia… La sensación que me venía todo el tiempo con su búsqueda era INTEMPERIE, así había vivido cuando de chica un tornado voló la casilla donde vivían…supongo que en Florencio Varela…INTERMPERIE porque después de un año de su asesinato, su papá muere del corazón, INTEMPERIE porque mi abuelo paterno, lejos de jugársela para protegerla y resguardar su vinculo con su beba de 11 meses, estuvo feliz de recibir mi tenencia, porque eso le permitía acallar las voces de quienes sospechaban de su participación en la entrega de su propio hijo y perpetuaba su dominio con mi abuela, que se quedaría con él para criarme, además se sacaba de encima a quien había sido la única mujer en la familia, que le ponía límites a su violencia: MI MADRE.
Al penitenciario lo avalaba “la familia judicial” en connivencia con los asesinos de su propia hermana: Mary.
Si, parece increíble, pero el hermano del marino Gonzalo Torres de Tolosa, secretario de un juzgado de Menores de día y torturador de la Esma, por la noche, fue quien firmo mi acta de tenencia a favor del papá de mi papá.
Su hermana Mary Ponce de Bianco, que ya militaba la “aparición con vida” de nuestros familiares, junto a las madres y el grupo de la Santa Cruz; fue quien pateó los juzgados y logro mi restitución el 18/04/77. Me angustió muchísimo darme cuenta que ella se había cruzado con ese monstruo en el juzgado de Menores del Dr. Hermelo, mientras me buscaba. Allí conoce a quien participó de los Vuelos de la Muerte, arrojándola al mar, después de secuestrarla en la Iglesia. Gracias a que Astiz infiltrara y entregara a ese primer grupo fundador de Madres.
Mi propio abuelo, contaba que, en una de las reuniones con familiares, para recuperarme, le advirtió a Mary que “Gustavo Miño” (Astiz) era milico “date cuenta que camina igual que nosotros” le vociferó y Mary junto a las otras madres, le tenían tanto afecto que no desconfiaron de sus mentiras.
Gonzalo Torres de Tolosa, alias Tte., Vaca, le dio mi tenencia, diciéndole que hacia una excepción y me entregaba porque era un compañero de arma, junto con la advertencia “Críela bien…”.
Ese poder y haberme inscripto en el Servicio Penitenciario Federal y en escuelas privadas católicas, como hija propia; fue lo que esgrimió durante toda mi infancia para interrumpir, todo lo que pudo, el vínculo con mi familia materna y con todo aquel que quisiera contarme la verdad sobre mis padres.
Así había quedado mi vieja, a la INTEMPERIE, después de la muerte de Lito, clandestina, viuda y con una beba de 11 meses secuestrada. Mi abuelo paterno, fue quien me crio y si bien desde que descubrí que era hija de desaparecidos me opuse a la “historia oficial” que conto de mi papá y su militancia, creo que todo lo que fueron sembrando de mi mamá, hizo que me costara mucho poder conectarme con su vida… Además siempre esperé que volviera…
Hubo versiones jodidas: que se había ido a vivir a España, quizás para que los familiares que la querían no la buscaran, pero el subtítulo perverso era siempre parecido: se salvó ella y no volvió o se murió eligiendo la lucha y su militancia por encima de vos.
Todo lo que podía recabar de su posicionamiento en la vida, tenía que ver con dejarme o abandonarme o elegir a mis abuelos paternos porque ella me ponía en riesgo.
En todos los casos, el juicio hacia ella, era del típico estereotipo machista de “sos mala madre” o si tenés otros intereses en tu vida por fuera de tu maternidad, sos “mala madre, indolente, injusta o negligente con tu hije”…
Y lo más complejo es que ella no estaba viva para contrarrestarlo, para defenderse u oponerse a semejante acusación. Elegía a sus compañeros, a la causa y recién a vos…voces machistas de hombres y mujeres de una familia, que nunca pudo ponerse en sus zapatos ni tener la mínima sensibilidad de lo que causaban en mí, que era su hija, haciéndome sentir así más huérfana que nunca…Imaginen la herida que puede causarle a la autoestima de una criatura, que el subtítulo de todo lo que cuentan de tu mamá, sea que ni siquiera ella te eligió…que no te priorizo…que no te cuido lo suficiente y que casi por la culpa de ambos, pero por supuesto se espera siempre más de una madre, me paso todo lo que me paso y también lo que predecían o suponían que iba a pasarme. Me recuerdo así, intentando siempre demostrar que era buena, buena alumna, buena hija, buena amiga, casi para que no le echaran la culpa a mis viejos de lo que a mí me pasara… Borrando siempre, que la verdadera responsabilidad de lo que me paso a partir de mis 11 meses, fue de un Estado Terrorista que encarnado en la figura de mi abuelo, hizo todo lo posible por impedir el contacto con mi mamá y desampararla en la búsqueda de su beba, que yacía abandonada como NN en la Casa Cuna, mientras que recuperarme le hubiera dado flor de razón para vivir, en medio de tanta muerte.
Después de asesinar a su marido, su cuñado y a un gran compañero: Daniel Zerbiño, le armaron una causa, acusándola de abandono de menor en la vía pública. Cuando entra la patota de la Esma a nuestra casa y me llevan con “Chichina”, creyeron que yo era su hija.
Me entero gracias a “Mecha”, Fiscal de la causa Esma, que en esa época ya habían prohibido que dejaran bebes o niños en ese centro clandestino de detención, porque estaba repleto de los hijes de los secuestrades, no daban abasto para ubicarlos en familias que los apropiaran e incluso los usaron para que bajo tortura sus padres se vieran obligados a “cantar” información… Por eso me traen de vuelta y me dejan con la vecina de al lado.
A María Teresa López Zabaleta, “Chichina” nunca la devolvieron, continúa desaparecida…A mi supuesta madre ese Estado la acusa, ¡Si! a la que secuestrada, la acusan de abandonarme en la vía pública y así logran llevarme a Casa Cuna, donde nos tenían en un pabellón especial como “hijos de subversivos”, atados y con la leyenda NN.
Como mi mamá me había puesto una pulsera con mi nombre, porque sabía que ya éramos perseguidos políticos y corríamos riesgo, yo era Clara Soledad NN. Ahí empezó nuestro periplo, dicen que recorría hospitales pidiéndoles a los familiares que se apiaden y la dejen entrar para ver si yo estaba allí, por supuesto no podía hacerlo con su DNI. Que mi tía abuela Mary Ponce de Bianco, pateaba juzgados, en sentido literal porque llego a darle patadas al escritorio del juez Sarmiento, reclamando por mi aparición con vida. Mis abuelas haciendo habeas corpus y denuncias como podían, sostenidas por Mary y por Mirta Baravalle. Y yo haciendo hoyitos en las paredes de la casa cuna, no sé si por hambre o ansiedad, me imagino a esa beba, queriendo cavar y salir…
Lo cierto es que había caminado a mis 11 meses y al salir de allí, ya no caminaba… Una monja de la Casa Cuna se apiadó de nosotras y se comunicó con mis abuelos, diciendo que allí estaba la beba del habeas corpus del diario, que tenía como seña particular una mancha de nacimiento en el pie derecho. “Sor María” permitió que mi familia se revinculara conmigo y finalmente pudieran recuperarme. Nunca pudimos dar con ella para agradecerle semejante valentía, nos dijeron que también la trasladaron…
Hasta allí todo lo que había podido reconstruir con los expedientes de la época, que intercambiaban entre el juzgado federal que llevaba el secuestro de mi supuesta madre, el juzgado de menores, con su secretario genocida apropiador y la Casa Cuna, un nutrido intercambio de informes; que capciosamente evitaba investigar el secuestro de Chichina y el operativo que el día anterior había asesinado a mi padre, a mi tío y se había llevado detenidos ilegalmente a dos manzanas de vecinos, después de bombardearles la casa con armamento antiaéreo, esparcieron el terror por el barrio de Villa Urquiza durante cinco horas, saquearon casas, abusaron de menores y golpearon a quien les dio la gana, hasta que alguno en la comisaría 37° dijo la dirección de la Posta Sanitaria donde vivíamos…
La unidad especializada en apropiación de bebes me devolvió esos expedientes con mi foto de 11 meses, “fichada” formalmente por la policía, “CONSTE EN ANTECEDENTES”… dice debajo de la única foto de esa época que tengo, sostenida por la asistente social y se ve mi pulserita… Pude leer en sus páginas, el contenido del bolso que tenía conmigo, cuidadosamente armado con ropa de invierno y de verano, biberones, remedios. Y preguntándoles a compañeras de militancia de los ´70, corroboré que no era el típico bolso de una mamá común, era un bolso preparado para huir, para vivir en la clandestinidad o para que me recibieran, lo mejor provista que podía dejarme, mi mamá en esa época… Me hace sentir INTEMPERIE pensar que también serian mis únicas pertenencias.
También figura la denuncia de la vecina que me recibe e intenta “blanquearme” en una comisaría lejos de su casa, para que me devuelvan a mis padres, allí esa asistente social sentenció: no creo que vuelva a ver a su familia…y por más de 2 meses, incluido mi primer cumpleaños, le acertó al futuro…
Una vez colocada la baldosa para mi papá, en Álvarez Thomas y Juramento, supe de boca de esos vecinos como había empezado la destrucción de mi familia y Memoria Palermo me ayudó a conectar con el hermano de mi mamá, el Toba García, que no veía desde mis 10 años… Recupere allí algunas anécdotas de mi mama y sus cuidados, que con tan solo 22 años se la veía muy protectora, ella decía que aunque el mundo se esté cayendo a pedazos fuera, yo viviría entre algodones, mientras ella viva. Y de otro compañerazo, que se la veía muy resuelta y confiada en sus cuidados, que era de fierro, muy tozuda, fuerte en sus expresiones y hasta rígida en sus convicciones y su compromiso militante.
También me vino a la memoria, una anécdota de mi abuelo paterno, que junto a su esfuerzo por denostar a mi mamá, me había confesado que una vez le puso una 22 en la cabeza, porque él insistía en quererse apropiar de mi cuna, una de las noches que salían con mi viejo a militar…
El Toba me contaba que a pesar de ser la menor, arrancaba a revolear sus zuecos cuando sus compañeros de colegio le querían pegar, lo defendía siempre y era rebelde, impetuosa, muy femenina en su adolescencia y muy “machona” y fuerte en la infancia. Que estaba prometida a un hacendado con campos, que ya había mandado a construir un chalet para mis abuelos maternos, que modelaba y diseñaba moda, que tenía amigos gays y en medio de ese futuro tan acomodado… apareció mi viejo, con quien se metejoneó y comenzó una militancia en la U.B “Héroes de Trelew” de Parque Patricios, También me comentó de su militancia en la 21/24… Pero todavía faltaba más de una década para poder realizar su baldosa.
Cuando mis abuelos y yo nos mudamos de Palermo a Villa Crespo, yo tenía 10 años y todavía la esperaba… No sé si las versiones de su huida habían permeado en mi o simplemente era mi ilusión. Sé que en las peores escenas de violencia infantil, que sufrí a manos de mis abuelos paternos, yo me repetía en mi cabeza, como un lugar de salvación: “Vos no sos mi mamá, vos no sos mi papá”.
Creo que eso provenía del recuerdo de haber sido profundamente amada durante mi corta vida de bebe con ellos y me llenaba de una fuerza para resistir y una dignidad, que creo fueron las bases de mi resiliencia. Cada vez que tocaban el timbre y no esperaban a una visita, yo fantaseaba que era mi mama que me venía a buscar, se me salía el corazón por la boca e intentaba disimular mi necesidad de saber ¿Quién era?
Y aunque les parezca increíble, siento que operaba adentro mío muy guardada la idea infantil de que si no aceptaba su muerte y desaparición, quizás ella todavía podía volver… Un sin sentido que solo puede explicar el deseo de una niña que, se quedó esperando que la vengan a buscar… y un adulta tenía mucho miedo de que esa INTEMPERIE se repitiera al querer saber más de mi mamá.
Algunos detalles más de la casa donde la mató el ejército, quedaran para cuando haga el libro, por ahora no son para contar… Los que me acompañaron en todo este tiempo bien saben, “lo que se hereda no se roba” y “los que me criaron bien (lo digo como ironía)”, también me dieron la posibilidad camaleónica de parecer una señorita de Palermo y de aprender a buscar debajo de las piedras… Sonrío mientras escribo esto… Porque me siento bien parecida a mi vieja y tengo derecho a serlo…
DEL CAMINO A CONOCERTE o reconocerte…
Me costó ese sábado ir al encuentro de las Vecinas x la memoria de Parque Patricios, un poco porque creía que era una sola mujer quien me esperaba y que esa reunión podía ser gris como el día lluvioso que nos tocó.
Imaginaba que lo poco que pudiera rescatar de la historia de mi mamá, me daría impotencia y me enojaría no poder saber más…y la vida me sorprendió…Eran 7 u 8 mujeres fuertes, de gran impronta…especializadas en diferentes aéreas: justicia, educación, trabajo social, investigación…Que se brindaron también desde lo hogareño. Tan así, que en un momento no sabía cómo romper el hielo y abrir el tema de tu asesinato y desaparición, entre mates, budines, el precio de la yerba y otros tópicos más típicos de una reunión familiar, que de este círculo de mujeres militantes, que poco a poco se develaría.
Y allí me encontraría otra vez con mis limitaciones, con lo que me cuesta preguntar o mis silencios tan internos, mi vergüenza; aunque también con todo mi camino de militancia en derechos humanos, que me transformó en la mujer que soy.
Un montón de velos iba corriendo para poder llegar a las preguntas incomodas, que pretendo liberar de prejuicios, deconstruir, derribar al patriarcado, pero allí están… ¿Como pensaban la maternidad y la militancia? ¿Como hacían para llegar a casa o irse, sabiendo el riesgo de no vernos más? Siempre es por mi y por vos, no tuve aquí ningún interés histórico…no sé si será algún día un libro, un capítulo de nuestra historia argentina, una declaración de derechos...Yo quiero saber ¿Si mi mamá me elegía o me priorizó? ¿Quiero egoístamente, infantilmente? ¿Saber si me quiso o me protegió lo suficiente? Tan de hija, como la mía… que a los 4 años quiere, la mayor cantidad de mirada y registro para sí, por encima de la causa… si por encima del resto del Pueblo y no me da resquemor o pudor decirlo. Yo quiero más, más de ella, de su función de madre, no quiero a la mujer ni a la militante, a “Clara” ya la conocía… Quiero a “Inés Alicia, a mi mamá para mí, por sobre todas las cosas. Su incondicionalidad, su dedicación exclusiva, quiero poder demandarle…
Como a cualquier hija pequeña tampoco le importa el trabajo, los ideales o si ayude a cuántas vidas. Le importa que una esté allí con todos los sentidos para ella y pretende que su mundo sea el mío y nada más.
Cuánto dolor que me la mataran…y sabía que me metía allí, en mi mundo de bebe para recuperarla, para que de algún modo ese pesar secreto empezara a ser público y colectivo.
Necesité exorcizarlo, sacarlo fuera, como lo hago ahora a través de esta escritura. Que ese dolor incluso físico, de siglos en mi pecho, empezara a tener luz…Y recibiera una respuesta sabida y contundente, no por las palabras, si no por quien las pronunciaba y su permiso incondicional, uno de los pocos privilegios que me gustó tomar: “Si alguien tiene derecho a cuestionar y preguntar son las hijas de nuestras compañeras… para nosotres la militancia, la vida y los hijes estaban unidos, integrados. Yo no hubiera podido mirar a mis hijes a los ojos, si no hacia algo para cambiar el mundo al que los traje y creíamos que íbamos a poder”.
Esas palabras, esa mirada, esa fuerza, me conmovieron y después todo fue orgánico para mí. Si pudiera escanearme diría que mi ADN “entiende”, como si del cordón umbilical o de la teta me bajara en dulces y cálidas bocanadas, esa información. Y es muy loco también, seguir descubriendo sentires y pensares que son afines y tan distintos a lo que viví.
Saber que vienen de ella, de mi mamá, porque mi cuerpo se relaja, los recibe por completo y me vuelve a dibujar una sonrisa de placer en la cara. Creo que esa conexión es la que busco…y me da fuerzas…me completa…me sigue construyendo y sosteniendo. Ya me iba acercando a vos y a construir tu baldosa.
Y en ese despliegue de red, Inés Alicia empezabas a ser buscada otra vez. Fueron apareciendo datos de familias que te conocían, que hablaban con gran afecto de mis abuelos. De tu padre que fue secretario de Lucero, ministro de Guerra de Perón, que quedó desocupado con su derrocamiento y después trabajo en Segba, allí se jubiló.
Y apareció tu colegio secundario, el Estrada y la solidaridad, siempre de nuestra gente. Busqué algunos boletines que me dio tu hermano y vi que fuiste a la primaria en Florencio Varela.
Allí mis compañeras de Memoria Palermo, apelando a la red de Barrios por Memoria y Justicia, hasta llegar a Suteba, supieron del relevamiento de los desaparecides de Florencio Varela, que Luis Piccoli acababa de presentar en su libro y tuvo que modificar el número, porque te sumabas.
Ese capítulo quedó en pausa por esta baldosa, por delante está la casa donde viviste en zona Sur y ojalá alguna amiguita que me cuente de tu infancia, Hubo un año que no fuiste al colegio y me pregunto si fue el tornado que te había volado la casilla y te encontró durmiendo esa noche con tu familia, debajo de unos nylons, porque te habías quedado sin casa.
Todo este camino me despertaba, como si la bebe, la niña, iba dando paso a la mujer que soy, la que siente no solo por herencia, si no por convicción propia que todos y todas tenemos derecho a vivir dignamente en este país tan rico y mal distribuido.
En la UB “Heroes de Trelew” conociste a mi papá y tu cuñada vivía atrás. En 1973 una bomba de la AAA voló la Unidad Básica.
Antes de ese hecho, todo un grupo de jóvenes iban de allí a la villa 21/24 y quería saber si alguien te recordaba allá. El grupo de vecines x la memoria de Parque Patricios contactó a Carlos, quien tuvo otros datos de la militancia de mi papá y mi mamá formaba parte de ese grupo. Tenía una anécdota contada por su hermano, el Toba García: tu mamá “era instrumentadora quirúrgica” y le sacaba los gusanos de la cabeza a los chiquitos que atendían allí, iban con un médico, el Dr. Zavala.
Nos recibió Celia del Museo de la Memoria, no te vi en las fotos de la época, pero cuando conté lo que sabía aparecieron datos de los hermanos Zalazar, que estaban en el mismo grupo que mi mamá, porque eran vecinos del barrio. Su hermana nos contó con gran emoción como militaban en la villa y Celia me dijo que esos gusanos eran de la mosca de los caballos y que no me imaginara un dispensario, porque atendían debajo de los árboles en unos bancos de madera. Iban de las facultades con los médicos, grupos de pasantes y atendían allí. Que muchos jóvenes se sumaron a las columnas montoneras, viendo lo que hacían en el barrio. También que gracias a lo que aprendieron con ellos, en la hiperinflación ningún niño murió de hambre, tampoco en el COVID, que se organizan solidariamente para cuidar de sus niñes. Y allí mi corazón terminó de rendirse, como no entender la dignidad de tu lucha y de tus pasos, tenías apenas 17 años y habías dejado junto a mi papá, una vida que hubiera sido mucho más acomodada, para solidarizarte con los chiquitos que cuidabas, como me cuidaste a mi todo lo que el contexto te permitió, o mejor dicho todo lo que el Terrorismo de Estado, te impidió.
Tu INTEMPERIE era empática con la de esos niñes y mi corazón ya no siente una pérdida, siento que te sembraste en miles y realmente sentí alegría, porque no solo estas en mí, algo de lo que diste en ese lugar, en esas familias sigue vivo.
Muchas de las que van aportando son mujeres… llamativamente predominan en la reconstrucción de los pasos de mi mamá por el barrio… y Celia es un capítulo aparte, tan conmovedor como la estancia en la 21/24. Llegar allí me dio alivio, era un gran pendiente para mí. Sonreí porque mirando a esa maravillosa mujer, pude imaginar a mi mama rodeada de muchos niñes, cuántas vidas habrás tocado. Donde estés Má, quiero que sepas que nada fue en vano, nos diste la vida, la dignidad, el orgullo de saberte fuerte, integra, indómita, aunque eso crispara al enemigo hasta quererte perseguida y muerta. La muerte es solo un detalle en estas vidas, porque “no se puede domar algo tan felizmente SALVAJE” (Emily Hughes. Esta cita es de un libro que una amada compañera le regalo a mi hija, cada vez que se lo leo pienso en mi mamá, ojalá cuando lea estas líneas sepa que, en lo profundo de nuestro corazón un hijo nunca olvida cuando fuimos tan amados).
Gracias Carlitos, por tu infinita ternura. A las vecinas por la Memoria de Parque Patricios. A mis increíbles compañeros y compañeras de Memoria Palermo, que me acompañaron por más de una década hasta materializar tu baldosa.
¡GRACIAS A LA VIDA QUE ME DISTE MAMÁ Y HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!