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Baldosas por la Memoria

Baldosa homenaje a lxs 1800 Argentinxs Judíxs Detenidxs Desaparecidxs y Asesinadxs x el Terrorismo de Estado.

Armado: 17 de marzo de 2018
Colocación: 16 de junio de 2018
Lavalleja 180. CABA

La memoria es el núcleo duro de la identidad. Y la identidad es un trayecto que supone el cruce de caminos. Un sendero personal que articula biografías con épocas históricas. La memoria es el diálogo entre una vida y su entorno: el lugar donde posicionar los datos, las cosas o los relatos que necesitamos para saber quiénes somos. La memoria no es un registro desafectivizado de hitos. Es un amor por determinados elementos que sentimos que nos constituyen. Que los necesitamos para aferrarnos a algo. Que nos son validadores de un tiempo vital. Eso es, de alguna manera, Memoria Palermo. Un ejercicio de práctica identitaria que permite a muchos --entre ellos el que suscribe-- sentir que el paso de los años deja también marcas de belleza a nuestro paso. En baldosas. En nombres. En múltiples escenas barriales que acumulan recuerdos de pasos segados. De tránsitos apagados por la charretera del terror seco.

Vuelvo a esa mañana en Villa Crespo, en 2018, cuando Mario Clavell colocaba con sus manos la baldosa dedicada a los 1800 compañerxs desaparecidxs argentinxs judíxs. Y se repiten esos fotogramas con ojos húmedos y una calle repleta de sillas blancas a la espera de un homenaje demasiado posdatado. No puedo dejar de enfocar esa emoción entrecortada en la vereda del Shólem, de Lavalleja y Drago, en la Ciudad de Buenos Aires. Los dedos flacos y largos de Clavell cargados de humanidad y respeto. Imposible transmitir la piedad de un gesto tan limpio como las múltiples voces convocadas como ecos. El color morado de una baldosa salpicada de letritas blancas en una cuadra que después será silencio con señales. Preguntas de niñxs al salir del colegio. Transeúntes dislocados por el cambio del color de una calle escolar. Sorpresa a los pies de un camino.

Una baldosa construida por razones y manos militantes. Un homenaje que alguna vez se pensó también en la Comunidad Bet El, el sitio donde el Rabino Marshall Mayer recibía a las Madres de Plaza de Mayo en plena dictadura genocida. En aquella ocasión la derecha de la colectividad se negó: ya no quedaba nada de la enseñanza maravillosa de quien había conjugado los aportes de Emmanuel Levinas con los Derechos Humanos. Pero Memoria Palermo –junto al resto de las organizaciones barriales, el ICUF, Convergencia y el Llamamiento Argentino Judío– no dudaron: siempre supieron que el silencio ni la omisión serían el destino de esos nombres. Ahí están. Quedarán con eco de las frases limpias de Mario Clavell. Rebotando en Villa Crespo y en la garganta de quienes lo escuchamos con los ojos empañados. Pero también en la melodía de un grito inacabado: el que nombra una y otra vez a cada uno de los 30.000 compañerxs. Desde puntos cardinales que son muchos más que 4. Desde las piedras luminosas de todas las baldosas que susurran vidas de coraje. Desde aquellas que no están estando. Desde las que faltan. Desde quienes asumen su noción de verdad solidaria por encima de narcisismos vanos. Aquellas que saben de los misterios del amor y del tiempo. Las que claman. Y que, por lo tanto, siguen congregando nuestra identidad.

Jorge Elbaum



 

 

 

 

 

 

 

BARRIOS X MEMORIA Y JUSTICIA